Vidas paralelas

Juan Manuel Ruiz de Erenchun Astorga · Barcelona 

Cuando vi a Eneas como presidente del Tribunal maldije mi suerte. El mundo era una lata de sardinas, sin espacios donde escapar de su infame presencia. Siempre unidos para mi desgracia. En la infancia, enemigos de juegos escolares; en la adolescencia, rival frente a chicas; en la facultad de derecho, el preferido de profesores. Ahora, él juez y yo abogado. Mi mejor caso debía ser resuelto por aquel antiguo monaguillo con ínfulas de sacristán. Comenzó el interrogatorio a los testigos. Apenas pude concentrarme en el guión marcado. Sólo veía el destello de sus ojos ladinos que observaban desde el estrado. Tras cincuenta minutos eternos, acabó el juicio. Abandone la sala letrado Ulises, dijo con una cínica sonrisa. Le hubiera lanzado el paraguas en aquel mismo instante. Pero me contuve. En el fondo la culpa fue de mi madre por poner a sus hijos gemelos el nombre de dos enemigos irreconciliables.

 

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