Un nuevo caso

Raquel Esteban Prosper · Madrid 

Al infierno. Poco me importaba la mirada inquisidora de la familia de la viuda por interrumpir el responso. Dos días sin dormir, interminables horas en el tribunal, desde que aquella mujer desolada entrase en mi despacho acusando a su nuera de emponzoñar las entrañas de su hijo, al que ahora esperaba la fosa. No permita que lo entierren. Los agentes esposaron a la sumisa viuda ante los atónitos ojos del monaguillo. Una joven empapada y escurrida como una sardina, la agarraba desconsolada, el inspector la separó llevándose a su presa para el interrogatorio. Qué verg¡enza, ni que fuera su hija, cuchichearon los paraguas abandonando el cementerio. Me sentí pletórica camino del coche, buen trabajo. La otrora frágil muchacha me esperaba, evaporado el lloriqueo infantil, solo quedaba odio denso, casi líquido. Lo maté, se interponía y ella es mía, ahora vas a devolvérmela. Un nuevo caso.

 

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