Un encuentro fortuito

Kalton Bruhl · Comayaguela (Honduras) 

El obeso sacerdote avanzaba a grandes zancadas, sosteniendo un enorme paraguas bajo el brazo, mientras su monaguillo, se esforzaba por no quedar rezagado. El acusado era un hombre famoso, así que la sala del Tribunal estaba atestada como una lata de sardinas. Entraron cuando finalizaban los interrogatorios de los testigos. La noche anterior, y después de tres días de largas meditaciones, había logrado resolver el crimen. En el momento en que se disponía a alzar la voz, una ancianita se acercó al estrado, causando un gran revuelo. Minutos después había demostrado la inocencia del acusado. Al finalizar el juicio se encontraron a las puertas del tribunal. “¡Padre Brown!», exclamó la anciana, “¿Qué hace por acá?” “Recibí una llamada del Arzobispo”, mintió, “y antes de visitarle, decidí entrar.” Dio la vuelta de prisa. Lo último que querría, sería ver la maliciosa sonrisa en el rostro de esa condenada Miss Marple.

 

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