Sin retorno

Gabriela Katz · Buenos Aires 

¡Culpable! El veredicto quebró la nebulosa de mis pensamientos, aletargados y embotados como por efecto de una resaca. El alegato del fiscal te había ido acorralando y mientras expulsaba impasible pruebas irrefutables del delito te miré… fue el principio del fin: una mueca socarrona, casi imperceptible, me hizo saber la verdad. Me invadió la náusea, el latigazo cruel de tu mentira. Por mi mente pasaron en vertiginosa sucesión tu juramento y mi credulidad, tu súplica y mi fe, tu mirada espantada gritando socorro, la espalda encorvada de mi padre, su caminar cansino hasta el penal, tu número de presidiario en el bolsillo a rayas. «Por nuestro padre, me habías dicho, te juro que no lo hice”. Mientras te esposaban di media vuelta y salí del Juzgado, oscura para siempre.

 

 

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