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MARIA DOLORES RUBIO DE MEDINA · SEVILLA 

La solterona compañera de habitación me reclama unos euros para el televisor –“¡No tengo suelto, niña, y echan por quién doblan las campanas!”-. El traumatólogo mira y remira a contraluz la radiografía de mi columna y resopla: “Hummm”. Patino y ruedo escaleras abajo al pisar una mandarina. A la vecina se le rompen las bolsas del supermercado y la compra se dispersa por el descansillo del cuarto. Cierro la puerta acristalada donde leo en inverso: “Esther Peñas, abogado”. Descuelgo el abrigo del perchero. Me levanto de un bote al recordar que olvidé darle curso a ese vencimiento…“Doctor –susurro con pena-, ¿por qué desde que estoy inmovilizada en este hospital rememoro mi vida del revés?”

 

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