Sed de amor

GABRIEL BEVILAQUA AVELLANEDA · BUENOS AIRES- ARGENTINA 

Intuyes que Raquel te va a hacer sentir como en un banquillo, y te genera sed. Le pides al mozo una gaseosa al tiempo que la susodicha te requiere plata para el hotel; luego, lo imaginado: «Mira, Enrique, sé que hicimos un pacto de no molestarnos con esto, pero no puedo pensarte una noche más en los brazos de tu esposa, ¿comprendes?». Respondes, mientras le gesticulas al mozo para que se apure, que un abogado de tu posición no puede tirar así como así todo por la borda. «Ya veo», le oyes decir; y, anclada tu mirada en el mozo que se acerca, no acusas recibo de sus ojos de niña enrabietada. Enseguida tu vaso se colma y al agarrarlo, observas como Raquel extrae un revólver… A poco, boca abajo en el piso, mientras sientes que todo se acalla, logras saciar la sed con la gaseosa y tu sangre entremezcladas.

 

 

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