Mar Gruesa

Adolfo Barrientos Fernández · Málaga 

En la terraza del hotel, Estela y Yolanda bebían London Dry con gaseosa. El día era espléndido. Las dos mujeres en bañador ya no eran tan jóvenes pero todavía los hombres al pasar las miraban con avaricia. -¿Yolanda qué harías tú, si tu marido traiciona un pacto de fidelidad de muchos años? – Lo mataría, probablemente-respondió Yolanda sonriente, agrandando unos preciosos ojos ambarinos- O mejor, la mataría a ella. Pasaron un fin de semana excelente en la Costa del Sol. Estela regresó tiempo después al mismo sitio pero nada era lo mismo. La mar gruesa levantaba olas inmensas sobre la playa. Sus gafas oscuras ocultaban lágrimas y ojeras de interminables noches de insomnio. Moralmente destrozada, sabía que tarde o temprano, en el banquillo de los acusados acabaría por derrumbarse y confesarlo todo. Porque no era de recibo contratar a un sicario para librarse de Yolanda, su mejor amiga.

 

 

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