La fama

Irma Miranda Betancor · Las Palmas de Gran Canaria 

Fui hallada junto a un cadáver desdentado con las huellas dactilares quemadas. Su mujer le reconoció como su marido desaparecido. Por mi condición de Letrada, yo dirigí mi propia defensa. La adrenalina ascendía por mi columna como un escalofrío. Estaba dispuesta a todo para convertirme en una abogada famosa. En la última sesión, di un golpe de efecto. El desaparecido compareció sano y salvo y mi perito dictaminó la causa natural de la muerte de aquel cuerpo que volvía a ser anónimo. Me absolvieron de la pena. La prensa se interesó por mí, tanto que se descubrió el montaje. Ingresé en prisión con el encargado del mortuorio y la mujer que simuló la desaparición de su marido. Ahora no me angustian los vencimientos, sino la campana de la hora de chaparme en mi celda con mandarinas de la cena. He vendido los derechos de mi biografía. La fama, al fin.

 

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