IMPRESCINDIBLE

Manuel de la Peña Garrido · MADRID 

Mi historia comienza en un estadio. Cuando el fútbol era épica, no mercadeo. Acogí a héroes que revivían con linimento Sloan y gaseosa, nada de brebajes isotónicos. Modernizaron las instalaciones.Nos desahuciaron. Revestidos ambos de terciopelo rojo, mi gemelo fue destinado a una capilla; yo, al tribunal. El truhán se toma confianzas con las novias en las bodas (ya me entienden).Yo recibo asesinos en serie, capos sanguinarios, estafadores. Les sostengo durante las vistas.Soy su último apoyo antes de partir hacia casa o la trena (un chollo: vivir gratis en hotel todo incluido, vigilado 24 horas). Cómplice del fiscal, si el procesado apenas ha cantado, cojeo o patino adrede, como empujado por el espíritu vengativo de sus víctimas. Favorezco así desde condenas ejemplares hasta pactos con la defensa. Imprescindible, soy más que mero atrezo. Como sus señorías, los abogados, los acusadores. Deberían llamarme “banco”, no “banquillo”.

 

 

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