¿Gajes del oficio?

ENRIQUE MACIEL DELMÁS · MADRID 

Ser abogado no es fácil. Cuando uno hace la carrera sueña con demandar a la gaseosa más famosa del mundo por cancerígena o sentar en el banquillo a un dictador impune. Pero finalmente te dedicas a juicios de faltas que se solucionan con un pacto extrajudicial o a casos de divorcio. En esto último me he especializado y debo reconocer que lo hago bastante bien. No me tiembla la mano a la hora de conseguir lo máximo para mi cliente. Supongo que es como todas las profesiones. Si eres músico, sueñas con dar conciertos multitudinarios y vivir en un hotel cinco estrellas, pero terminas tocando en el metro o dando clases a niños. Ser abogado no es fácil —ya lo sé—, pero no es de recibo que tus padres quieran divorciarse. Que los dos soliciten tus servicios. Y que ninguno acepte un “no” por respuesta.

 

 

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