Último Belén quemado

Mayte González-Mozos · Toledo 

Terminó su guardia de 24 horas. No importaba; desde antes de estudiar Derecho sentía ese amor a la Justicia, tan sólido como una columna y que transmitió a su hijo. Y con el cansancio en el cuerpo y en la cabeza la querella admitida en su juzgado, interpuesta con anterioridad al vencimiento del plazo, se fue a la Plaza Mayor. Para comprarle a su nieta, la pirómana de pelo color mandarina, un Belén de plástico –es una pena, total para lo que le va a durar- pensó. Duró hasta el día 6. Cuando sus padres acudieron desde el bufete, como alarmados por campanas. Encontraron a la niña junto a un amasijo derretido con los ojos desencajados, observaba un corazoncito, que no supo de qué material, ni a cual figura correspondía. Y pronunció cual futura magistrada: decirle al yayo que el próximo año me lo puede comprar de madera.

 

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