Como cada mañana

Juan Carlos Colás Ruiz de Azagra · Zaragoza 

Mientras observo, como cada mañana, la agenda de vencimientos, Luisito tiene a bien espachurrar, con sus diminutos deditos, tres gajos de mandarina sobre mi recien planchada toga. Trucos caseros, un cachete y dos besos. Alguien aporrea con energía la campana del ascensor. «Otra vez colgado» bocifera con insistencia doña Concha. Once pisos hasta el sótano menos dos, buen ejercicio para los glúteos. Y ahí está, la columna de siempre, pero esta vez no, tres suaves maniobras y obstáculo superado. La miro con desprecio y cierto aire de superioridad. Llego al trabajo. Mi exmarido y socio del bufete me saluda con un cariñoso «das pena». Le devuelvo el saludo con el dedo corazón. Cierro la puerta. Mi despacho, mi espacio. Me siento poderosa.

 

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