Ceguera invisible

Antonio Díez Núñez · Valladolid 

Jonás trabajó en el bufete durante “las vacas gordas”. Era un dechado de virtudes y celoso de su privacidad; sólo supe que estaba casado y tenía una hija. Pero el trabajo disminuyó con la crisis y fue despedido. Al principio quedábamos e intenté saber cómo le iba sin que pareciese un interrogatorio. Él, contaba chistes de monaguillos. Una vez vino comiéndose un bocadillo de sardinas vestido con un poncho. Dijo que trabajaba, que se había divorciado y que vivía en Tribunal. No supe más. Un día que había quedado con un cliente a las afueras, vi una hoguera con un poncho tendido idéntico al suyo. Tuve un presentimiento. Bajé del coche y acercándome entre escombros junto a un paraguas, estaba Jonás, enfermo. Me agarró una mano y con una tímida sonrisa me dijo: “Dime que tienes un pleito para mi”. Yo, con lágrimas de rabia, asentí mientras se iba.

 

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