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Miguel Ángel Moreno Cañizares 

Con sumo gusto acepté la invitación a participar ese 8 de marzo en la charla convocada por la Asociación de Vecinos para impulsar la lucha contra la desigualdad en cualquiera de sus formas. Preparé un guion positivo para destacar que los avances logrados en derechos civiles durante los últimos años debían afianzarse, para nunca retroceder.
Era una oportunidad idónea de concienciar a los vecinos de mi barrio, mujeres y hombres, pues discriminar al colectivo de mujeres es una amenaza constante en nuestro entorno tanto personal como profesional. La brecha salarial supone un claro ejemplo de ello.
Cuando aquel señor de ceño fruncido y grandes aspavientos gritó que me fuera a fregar, recordé otra frase de mi padre, ese retrógrado que menospreció mi carrera de Derecho, que le restregaba a menudo a mamá: “Yo traigo el sueldo a casa”.
Al energúmeno le contesté con voz calmada: “Nos vemos en los tribunales”.

 

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