Imagen de perfilLA BRECHA

David Gómez Ortas 

Mientras terminaba de maquillarme frente al espejo, me dije a mi misma que hoy sería el gran día. El despacho iba a nombrar un nuevo socio, y por fin tendría mi oportunidad. Los resultados me avalaban como la aspirante con más victorias en los tribunales, y mi facturación se había incrementado de forma evidente. La firma había realizado campañas contra la desigualdad de género, y anunciado que no se iba a discriminar a nadie.
Convencida de que mi talento rompería el techo de cristal, y elevaría esa minoría de mujeres socias en bufetes, me dirigí al despacho del socio principal impregnada de espíritu positivo. Tras la entrevista, quedó claro que, la brecha, lo que es la brecha, había que cerrarla; pero no solo la de la desigualdad, también la de la frente de mi jefe, tras clavarle uno de mis tacones por condicionar mi ascenso al largo de mi falda.

 

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