MELí MANO

Ana Cortiguera Abascal · MADRID 

Ildefonso, fiscal jefe de la Audiencia,no tuvo problemas mientras vivió en el chalecito de las afueras. Cada noche aporreaba el piano un par de horas, sin molestar a nadie, hasta el fatídico momento de una inoportuna expropiación. Se trasladó a un pisito céntrico.No fue el único cambio. Como no cabía el piano, decidió cumplir un antiguo sueño, privando del suyo al resto de vecinos: tocar el saxofón. No se atuvo a razones, por lo que los condueños no dejaban de apretar los botones del piso, aunque Ildefonso hacía oídos sordos.Ni las denuncias, ni las súplicas hacían mella en él, hasta que pasó a engrosar las filas de la clase pasiva. Un oportuno conato de incendio puso fin al tormento. El cordón de vecinos que le cerraba el paso en el desalojo, le hizo jurar por su honor la dación en pago por su vida del saxo .

 

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