La ley del saxo

Miguel ¡µngel Flores Martínez · SABEDELL 

Tocaba siempre en una finca abandonada, salvada de alguna expropiación. Hasta ella se accedía con invitación exclusiva y un plano del camino. Era abogado y saxofonista. Con las leyes defendía a violadores, asesinos y pederastas; con el saxofón, a los grandes del jazz. Lo del derecho le costó siete años de carrera; lo del instrumento lo consideraba una dación de la naturaleza, un regalo de Dios. Tocando, decía, encontraba los motivos, la razón precisa para defender con ahínco lo indefendible y no abandonar. Comprendí a qué se refería cuando de pronto, como si alguien hubiera apretado un botón, la sala adquirió apariencia de sueño. La música fue volviéndose sublime y las luces dieron relevancia a un fondo que antes no había visto. Entonces, pude descubrir amordazado, sujeto por argollas, con ojos llenos de terror, al último maltratador que él mismo había defendido y que la justicia había dado por prófugo.

 

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