La decisión acertada

Aloisius Pentencost Omega · BARCELONA 

Meses más tarde, mientras apretaba el botón del timbre, se dio cuenta de que la extraña música de saxofón que había escuchado allí mismo a las cinco de la tarde del siete de diciembre no estaba sonando. Recordó que aquélla tarde había sido fría, llena de los ruidos de una ciudad en invierno; pero no cuál fue la razón que le llevó ante la puerta de aquél piso, en aquél edificio decrépito en que volvía a encontrarse. Sí resonaban en su cabeza, pero lejanas, las palabras de un robótico funcionario, que ahora se le confundían sin sentido en la memoria: «expropiación», «despido», «dación», «olvido». Fuera como fuese, estaba decidida a solucionar aquello. Era joven para detenerse y valiente para callarse. Esperó. Sonaron pasos detrás de la puerta. Sonó el cerrojo. Y, finalmente, escuchó la voz de su abogado, de oficio, que le abrió, saludándole con un boli sobre la oreja.

 

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