SANTO OFICIO

Javier Sanchez Ribas · Collado Villalba (Madrid) 

La sentencia parecía inevitable: hoguera. Pero no me resigné. Defendería a la víctima con todas mis fuerzas. La clave, en mi opinión, era apelar a la sensibilidad de la comisión ad hoc creada para resolver el pleito. ¿Cómo condenar a alguien a quien habían visto nacer y crecer? ¿Qué autoridad tenían para acabar con la vida de un ser creado por Dios? ¿Realmente estaban seguros de no cometer una injusticia, o peor, un pecado irreparable? Conseguí hacerles dudar, pero años de condenar inocentes a las llamas habían encallecido sus espíritus y finalmente dictaron su terrible sentencia: “Lo siento, Paquito, pero en casa es tradición que el menú de Navidad incluya pato asado. Otra vez lo compraremos congelado, pero este año Lucas tendrá que ser sacrificado”. Creo que la sensación de haber asistido impotente a la consumación de una injusticia es lo que me impulsó años más tarde a estudiar Derecho.

 

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