Reincidentes

Concha Mayo Novo · Barcelona 

Diez años y dos maridos después coincidí con él a las puertas del juzgado. Tenía menos pelo y una mirada que seguía encendiendo hogueras. “Te hacía trabajando para la Comisión Europea”, dijo, mientras se asía con fuerza de mi brazo y me besaba en la comisura de los labios. “He vuelto hace poco.” Respondí. Y sin intentar soltarme, salimos juntos a la calle dejando atrás pleitos, apelaciones y veredictos. Empezamos la tarde compartiendo los últimos años frente a unas copas de vino y un menú que apenas probamos. Y la acabamos enredados nuestros cuerpos y mirándonos ensimismados. Constaté entonces, tras haberla buscado por medio mundo, que la clave de la felicidad seguía residiendo en sus ojos.

 

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