CONFLICTO DE INTERESES

JAVIER MARTINEZ VILA · VIGO (Pontevedra) 

El abogado no dejaba de darle vueltas. El despacho no iba bien: mucho trabajo y poco beneficio. Si aquello continuaba así tendría que prescindir del menú de su restaurante favorito y calentar la comida en una hoguera. La clave estaba en el pleito de sus sueños: una demanda de divorcio que le proporcionaría una comisión indecente. La cliente tenía mucho dinero, poco seso, menos intuición y separación de bienes. Aunque no quería divorciarse, la obligaría a iniciar los trámites. El problema era el dichoso código deontológico: no podía asumir la representación de su esposa y demandarse a sí mismo. Mientras pensaba en cómo salir airoso y poner tierra de por medio, una llamada telefónica le sacó de sus cavilaciones. Su esposa había fallecido sin testamento. Era más rico que viudo. Decidió encargar coronas de flores, guardar luto, abandonar el derecho matrimonial y retomar su amada cátedra de ética.

 

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