¿Viejos tiempos?

Francisco S. Ramírez Bullón · Valencia 

“Señores consejeros: el imponente sillón reclinable que preside este despacho forrado de madera donde nos encontramos no me hará olvidar nunca mis duros comienzos en la abogacía. Lechuguino como era entonces, pensé que la pasantía sería la mejor forma de iniciarme en la práctica del foro; pero cómo las pasé: canutas, señores, canutas. Entre el fuego cruzado de los dos abogados titulares del bufete, que no se soportaban ni en pintura, yo era el pichón a quien todos apuntaban. Como en una cacería, caía y me levantaba una y otra vez y realizaba las tareas más ingratas: hacer fotocopias, ordenar polvorientos legajos… Ah, y por supuesto, ni mencionar la palabra huelga: eso era tabú…” Un mozo decrépito golpeó la puerta de la sala, interrumpió al letrado y, violando la reunión, le entregó pesadamente lo que parecía un expediente. Después se alejó arrastrando los pies. “Disculpen, caballeros; era mi pasante.”

 

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