La presa

Rafael Antonio Jara Vicente · Las Palmas de Gran Canaria 

Sentado detrás de mi mesa de caoba podía oler su carísima colonia. Èl no escatimaba airados improperios contra ella, pero, sus manos descansaban en el regazo como si estuvieran en huelga. Yo asentía, mirando con fingida atención un montón de legajos, tratando de convencer a aquel individuo de mi profesionalidad. La cacería estaba en su momento álgido, y no podía permitir que la presa se escapara. -Le apetece un café.- le dije distraídamente, pulsando el botón del dictáfono. En ese momento, apareció la becaria que estaba haciendo la pasantía en mi despacho, portando una bandeja con dos tazas de café humeantes. Rubia, de largas piernas y con un traje de chaqueta que realzaba su figura. El “pichón” cogió la taza de café sin poder apartar los ojos del escote de la becaria. Yo sonreí levemente, mientras comenzaba a pensar lo que iba a hacer con tanto dinero.

 

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