Falsas sonrisas

Marisol Artica Zurano · Castellón de la Plana 

Había dedicado cuatro años de su vida a hacer fotocopias, archivar legajos, servir cafés de la máquina que nadie se acordaba de pagarle luego y recibir a los clientes con una sonrisa de oreja a oreja, aunque por dentro estuviera retorciéndose de rabia. Todo, por el módico precio de cero euros. Pero no se quejaba. Su jefe, Antonio Palomo, le había prometido que se convertiría en un abogado más del bufete cuando terminara su pasantía. Y mañana llegaba ese día.¡€™Huelga decir que estamos muy satisfechos con usted, pero la crisis nos impide realizar más contrataciones?, le comunicó Palomo, parapetado detrás de su mesa de nogal. Afortunadamente, estos cuatro años le habían convertido en especialista en falsas sonrisas. Se despidió de todos y se marchó en busca de la escopeta de su padre. Había llegado el momento de irse de cacería o, más bien, de practicar el tiro al pichón.

 

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