En plato frío

Juan Leante García · Madrid 

A mi padrastro le gustaba zurrarme la badana. Lo oía llegar a casa, dando traspiés y con la lengua trabada por el alcohol, e intentaba escapar corriendo a mi cuarto, pero siempre me alcanzaba en el pasillo. Me esforcé en los estudios y conseguí una beca que me alejó de su cinturón. Estudié Leyes y conseguí una pasantía para un abogado de renombre. Me hacía cargo de legajos mientras él se relajaba en cacerías con sus amigotes. A veces me regalaba un pichón o una liebre, que yo tiraba al contenedor. “Me voy a Venecia, encárgate tú de preparar este juicio. Algo fácil: un despido por huelga”, me dijo un día. Claro que preparé el juicio. El negrero tuvo su primer descalabro, mi padrastro acabó en la cola del paro y sin indemnización, y a mí me contrataron como abogado en la empresa donde él había estado trabajando.

 

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