El retrato

Juan Manuel Batuecas Florindo · Madrid 

Sé que éste es mi último invierno. Es diciembre del año 1788 y mientras termino el legajo con el borrador de mi testamento rememoro tiempos pasados. El conde de Floridablanca se encargará de redactarlo. Invariablemente, dediqué las mañanas a atender los asuntos de Estado y las tardes a mi gran pasión: la cacería. Mis comidas siempre fueron frugales. Trincheros de pichón y ternera y sopas. Han pasado más de 200 años y desde el retrato que me hizo el joven Francisco de Goya he podido observar cuánto ha cambiado esta ciudad. Uno de mis visitantes más asiduos es un joven abogado, al final de su pasantía. Suele venir por las tardes, terminado el trabajo. Me observa y le observo. Este mañana ha venido temprano acompañado de su prometida. Hablaba nerviosamente de una huelga, un hecho que le afecta en demasía. Se situaron frente a mi retrato y quedaron en silencio.

 

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