Aquel diario

Estíbaliz Aranzabe Basterrechea 

Los años habían convertido su diario en un legajo amarillento. Hoy en día que las plumas estilográficas están sumergidas en una huelga indefinida, apenas existen escritos a mano, solo redes sociales y chats que permiten camuflar una cacería de pichones en una amistad virtual. Por eso, cuando tuve entre mis manos su diario, lo abrí y destapé la frescura de aquellos años. Siempre intuí que durante aquellos años en que hicimos juntos la pasantía con el Juez Calle, ella me amaba. Ella nunca tuvo valor de demostrarlo, solo de escribirlo en un papel sin boca para traicionarle. Yo tampoco lo tuve. Mi obsesión por el trabajo me negó la felicidad de compartir mi vida con ella. Hoy, día de su funeral y con su diario en la mano, soy un prestigioso juez infeliz y vacio. Hay cosas que más vale no saber nunca, saberlas tarde, no es suficiente.

 

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