Ilustración: Juan Hervás


Terremoto

Manuel Molina · Palma de Mallorca 

Frente al espejo del camerino se secó con una esponja el sudor provocado por los nervios. Esa noche debutaba ante el público del cabaret al frente de “La Terremoto y sus Panteras”, el grupo de revista que le permitiría desarrollar todo su talento artístico. Algo que su profesión habitual le negaba día tras día, pero que por fin, aunque fuese anónimamente, podría exteriorizar. Se atusó el pelucón, apretó los labios fijándose el carmín, y se alisó el conjunto años sesenta -igualito que el de Massiel- que le estilizaba ese tipazo que la naturaleza le había regalado. Oteó la rebosante platea a través de la disimulada ventanilla. Y seguidamente salió al escenario marcándose alegremente la ensayada coreografía. De pronto, la parálisis: en primera fila, a un metro de distancia, todo el personal de aquel odiado bufete celebrando el resultado de un juicio. -¡SEÑOR JUEZ!- aullaron todos al unísono, quedando boquiabiertos.

 

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