Juicio final

Raúl Castañón del Río · Oviedo 

Lentitud en la espera. Se estaba eternizando todo mucho; demasiado. Sin embargo, el ciudadano Cualquiera no era eterno: no tenía tanto tiempo; ni tanto equilibrio. Su abogado le había dicho que podía ganarse el juicio, pero no que fuese a costa de perder el juicio propio. Cordura, la abogacía la necesitaba –y mucho- para poder devenir en justicia. Ante todo mucha cordura. El abogado Humano conocía bien su oficio. Sabía ganar tiempo con apelaciones y recursos cuando la ocasión lo requería. Era paciente y mantenía sus principios: todo un defensor de principios. Finalmente y arriba del todo, el juez. Era recto y creía en la justicia por encima de todas las cosas. No tanto en la terrenal como en la divina. Sería porque conocía demasiado a los hombres, sería porque los había traído él. Al final, tendría que juzgarlo todo algún día. Con una equidad suprema.

 

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