Incumplimiento contractual

Juan Manuel Ruiz de Erenchun Astorga · Barcelona 

El joven abogado defensor se enfrentaba a su primer juicio: robo con violencia en un negocio. Creía firmemente en la inocencia del cliente, aunque tenía todos los boletos para una condena segura. Las pruebas eran tajantes. Entre los nervios y la falta de experiencia se veía incapaz de articular tres palabras seguidas, de ordenar sus ideas en un discurso coherente. El Juez le miraba con semblante inquisitivo: era su turno de informe final. Desesperado, se encomendó a San Raimundo de Peñafort, prometiéndole que si ganaba el pleito le pondría un cirio diario en la parroquia del barrio. Pronunció entonces, con oficio de gran orador, un extraordinario alegato sobre la no culpabilidad de su defendido. Un mes después dictaron sentencia absolutoria. Engrandecido por el triunfo, no cumplió su promesa. El Santo en cambio no se olvidaba de él. Durante el año siguiente, el joven letrado no ganó ni un juicio más.

 

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