Genoma

Manuel de la Peña · Madrid 

De todas las galerías del Museo Humano, su favorita es la sala Abogados. Pasa horas ante las ventanillas de los dioramas y hologramas de antiguos letrados. Gustosamente cambiaría su traje espacial por una toga. Con su mente de esponja, absorbe datos sobre aquellos especímenes. Desde su dominio de las “leyes” (manuales de instrucciones de la humanidad) a sus rituales o “juicios”. Le cautivan las explicaciones sobre los “bufetes”, conjuntos de abogados donde, como en los hormigueros, junto a miembros operativos también había zánganos. De camino al asteroide, se topa con un guardián sideral golpeando rutinariamente a un desvalido antropomorfo. Indignada, decide interponerse. “¡Es injusto! Tiene derechos”. El funcionario no entiende una palabra. La toma por una extravagante superviviente de un agujero negro. “Tengo genes jurídicos; algún antepasado se permitió mezclarse con abogados”, se dice, sintiéndose orgullosa de tal hibridación

 

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