El milagro

Manuel Moreno Bellosillo · Madrid 

El cliente me llegó por el turno de oficio. Era canijo, calvo y con cara de santurrón. Tenía un negocio de venta de imágenes, cirios, lampadarios y otros artículos religiosos, y llevaba fama de mezquino y milagrero. Una beatilla que pasaba apuros económicos se presentó un día en su tienda con un boleto de lotería para pedirle que intercediera por ella y le juró que si le tocaba le daría la mitad. Ganó el primer premio, pero no repartió con él. Sin papel firmado ni testigos- le expliqué- no había caso, pero él se empeñó en demandarla. – El dinero es para obras pías,- me aclaró- no insistiría si fuera para mí; Dios proveerá, tenga fe. Aun sin fe, milagrosamente, el caso se ganó. El cliente se esfumó con el dinero- dicen que se fue a Brasil- sin pagar mi minuta. Ahora siempre exijo a mis clientes provisión de fondos.

 

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