Deseo cumplido

María Augusta Cardoso Baptista · Sevilla 

Me acerqué al mostrador con mi mejor sonrisa. Cada vez que tenía que asistir a juicio, insistía en el bufete en ser yo misma la que presentase, en la ventanilla del Registro de los Juzgados, la documentación. Lo hacía con la única intención de verlo. ¡Es tan guapo! Hoy estaba especialmente atractivo. Desde mi posición tenía una visión de conjunto que me fascinaba. Mis labios acertaron a pronunciar un tímido ¡Buenos días! Él alzó la vista extendiendo su mano para recoger la instancia. Entonces sentí su leve caricia. Era suave como una esponja, que sumergida en el agua, se desliza por todo tu cuerpo atrapándote en un mar de espuma. Cerré los ojos e imploré que ese momento durase una eternidad. Cuando los abrí me quedé atrapada en su mirada. En ese instante supe que mi deseo se había cumplido.

 

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