De profesión

Carlos I. Fernández Carbonell · Castellón 

Mi oficio es raro: leo microrrelatos sobre abogados. Mejor no preguntar. Lo que empezó como una bonita iniciativa para acercar la abogacía a la sociedad se convirtió, de la noche a la mañana, en una avalancha de microescritores pugnando por un pellizco de vanidad satisfecha. El cirio que se montó fue importante, pusimos turnos en la oficina pero terminamos por rendirnos a la evidencia. Alguien tenía que dedicarse íntegramente a filtrar las miles de tentativas que llegaban diariamente y, por carambolas de destino, el elegido fui yo. Maldita la hora. Lo poco gusta y lo mucho aborrece. Este negocio ha terminado con mi amor por las buenas lecturas y por las malas leyes a las que buscar resquicios. Es más, odio a los abogados y a los microrrelatistas. Los detesto. Ya soy como cualquier hijo de vecino. Sólo deseo que me toque un boleto ganador. Retirarme. Y ver la tele.

 

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