Casi

Beatriz Alonso · Madrid 

El timbre me interrumpió. Una joven con mochila quería hacerme unas preguntas, “es para una encuesta sobre intención de voto”. Recordé a mi madre: “No abras a extraños”, y a mi padre: “Vives en una burbuja”, con lo cual me quedé indeciso. Pero luego volvió la voz de mi madre: “Sigue las instrucciones”, y pregunté: “¿Qué tengo que hacer?”. “Déjeme pasar, tardaremos muy poco”. Miré el reloj. “En esta casa se come a las dos, por decreto”, había advertido mi padre. Eran las dos menos cinco. ¿Estado civil? Huérfano. ¿Nivel educativo? Casi abogado. ¿Casi? Disculpe, señorita, pero se me acabó el tiempo. La eché sin contemplaciones. Volví a mi habitación, carraspeé, y empecé de nuevo el alegato final ante una corte de peluches colocados al borde de la cama.

 

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