Carrera Meteórica

Pablo Cid · Madrid 

“Trabaja usted en el mejor bufete, no lo olvide”, dijo un socio dándome la bienvenida. Abrumado por la responsabilidad, me esforcé por aprender de mis compañeros veteranos como si fuera una esponja. Mi empeño dio sus frutos: empecé a ganar un juicio tras otro y me confiaron clientes de postín. A los pocos meses, te paseaba, orgulloso, por toda la ciudad, sentada en mi Mercedes descapotable. El viernes pasado, sin embargo, me presenté en la sala, delante del Juez, despeinado y medio borracho, cantando «Amor se llama el juego» con la voz rota de Sabina. La noche anterior te había visto abrazada a Guille, tu amigo de la facultad, bajista en un conjunto de rock psicodélico. «Abogado, triunfador… eres demasiado convencional para Virginia», me habían advertido tus amigas. Hoy lo recuerdo apoyado en la ventanilla del INEM.”

 

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