Caballero sin espada

Marta Trutxuelo · Andoain (Guipúzcoa) 

Llegó el gran día. Me ajusté la corbata, unas pelusillas de inseguridad adheridas a mi traje fueron desterradas, miré y allí estaba él: un impecable abogado con un maletín que me observaba, audaz, desde el espejo… un conjunto perfecto. En el autobús, rumbo a la conquista de un contrato en aquel bufete, mi cabeza reposaba en la ventanilla mientras mi mente navegaba hacia un mar de juicios de gran calado mediático, querellas resueltas de forma brillante… ¡Tribunales, temblad! ¡Llega el paladín de la justicia! Conseguí el trabajo. Me ajusté los guantes, esponja en mano me acerqué a la puerta acristalada de la sala de juntas, miré y allí estaba él: un impecable miembro del personal de limpieza que me observaba, audaz, desde el improvisado espejo. ¡Tribunales, temblad! Ha llegado el paladín de la justicia, enarbolando su estandarte, poco importa si es el código civil o una fregona.

 

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