Imagen de perfilTRÍO DE ASES

Maribel Romero Soler 

Desde mi despacho los veo sentados en la alfombra del salón. La comisión la componen el abuelo y los dos nietos. Los chicos tratan de empatizar con el anciano y su filosofía sobre el consumo y el ahorro. Le explican que no tienen que esperar las horas valle para conectarse a Internet, que lo hacen desde el móvil. El viejo niega con la cabeza. Él no entiende de tecnología, pero bien sabe que está pasando el invierno sin enchufar el radiador y con el frío en los huesos. Comienza a dictarles la demanda, que es en realidad un rosario de quejas y verdades. «Yayo, vas a recibir un auto desestimatorio», le dice el nieto mayor. Pero mi padre no se amilana, continúa con su argumentación enérgica en defensa de los jubilados mientras mi hijo pequeño escribe en la tablet. Para ellos es un juego. Para mí un orgullo de familia.

 

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