Imagen de perfilLa tierra de nuestros padres

JESÚS LLOP PUIG 

A su muerte, mi bisabuela María legó el herreñal a sus cinco hijos. Uno de ellos era mi abuelo Miguel, que por entonces aún no sabía que la herencia sería un pequeño lío. Y no porque les diera por litigar ni nada parecido, no. Sencillamente, no había forma de que se encontrasen para hablarlo. Estábamos en 1970 y no acechaba ningún peligro de pérdida de valor de la propiedad. Pero los cinco hermanos, que ya rondaban los sesenta, empezaron un día a pensar que tal vez no fueran a vivir siempre. Al final, ya por fatiga, contrataron a un abogado. “¿Qué es un herreñal?” fue lo primero que preguntó. “Un campo de forraje”, contestó mi abuelo. El letrado medió, ponderó, aconsejó…No hubo manera. Cuando ya empezaban a enfadarse, el ayuntamiento les hizo una oferta.
Mi abuelo Miguel descansa en su pueblo: Cementerio del Herreñal, tumba número 17.

 

+20

 

Queremos saber tu opinión

4 comentarios