Imagen de perfilRESTAURANTE EL FALLO

Ángel Montoro Valverde 

Aquel juicio del robo del collar en la biblioteca sirvió, no sólo para condenar a su defendido, sino también para que el joven ejerciente dejara definitivamente de sufrir su falta de confianza e insuperable miedo escénico. Hizo de su toga un delantal y en pocos años “El Fallo” era un exitoso restaurante.

Pero no relegó al olvido su frustrada vocación, y a las ensaladas para compartir las bautizó “litisconsorcias”; “sumarios” a los secretos; y al surtido de ibéricos …”procuradores”, por ser típico producto español. Apodó a mis hermanas gemelas “prescripción y caducidad” dada su dificultad para distinguirlas; y a mi madre, poco amiga de cambios, “prenda sin desplazamiento”.

Tuve el privilegio de acompañarle en su lecho de muerte, cuando me susurró:
– ¿Sabes hijo por qué el solomillo de la carta se llama “recurrible en casación”?
-No.
-Por razón de la cuantía.

Y se despidió con un “visto para sentencia”.

 

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