Un día cualquiera

Esperanza Ruiz Jiménez · Madrid 

De camino al Juzgado se me rompe un tacón, la faja me mata, como voy corriendo porque llego tarde a la apelación, empiezo a transpirar, horror!!!! No me he echado desodorante. Sorteo obstáculos, pego codazos, me salto los semáforos en rojo. Maldición!!! Tengo las medias rotas, otra vez los niños han debido estar jugando a los atracos con ellas. Sigo la carrera de obstáculos cojeando por la ausencia del tacón. Un coche pasa sobre un charco y me llena de agua mugrosa, insulto al conductor, a su madre y a sus muertos. Por fin llego al Juzgado, jadeando, sucia, coja y despeinada, para que mi representado, el conocido gourmet desaparecido, me espete. “-Qué mal aspecto tiene letrada”. Menos mal que voy a clases de yoga, taichi, pilates, tolerancia al estrés, y “¿Qué hacer ante una crisis nerviosa?”, y evito estrangularle ahí mismo. Respiro hondo, soy una nube, una nube, nube….

 

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