Tía Eulalia

Jerónimo Gallego Pérez · Valladolid 

Aunque no tenía prevención contra los juristas, estudiar Derecho se le atragantó. Lo único que le interesaba era heredar a tía Eulalia, que estaba podrida de dinero y que pagaba todos sus gastos desde que nació. Porque ella quiso, posó para un retrato al óleo con un ejemplar de la Constitución en la mano, resaltando en la pintura sobre un fondo blanco como la nieve el negro brillante de la toga prestada por un magistrado amigo de la familia. Tia Eulalia pagó su incorporación al Colegio de Abogados y la instalación de un despacho de lujo; ella buscó colaboradores avezados y el primer cliente. Ocupaba silla preferente en la Sala cuando se inició el primer juicio. Estaba muy pálido cuando se incorporó para decir “con la venia”. Y cayó a plomo muy cerca de los bonitos zapatos de tía Eulalia. El forense dijo: Ha sido un infarto.

 

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