Presunta inocencia

Silvia Pellejero Oliva · Arnedo (La Rioja) 

En mi defensa tengo que decir que el perito era novato, y que el fiscal era su amante. Me inculparon en la caza de brujas, cuando esa prostituta me dio el beso de judas, y la policía nacional me detuvo como principal sospechoso de la muerte de un dirigente terrorista. Sellaron mi declaración con la letra ‘C’ de culpable, la letra escarlata que me llevó a la más gélida prisión, donde vivía cultivando las verduras del huerto. En el juicio fui culpado del delito aunque sin pruebas concluyentes. Entre nosotros, el bastado se lo mereció por asesinar a mi perro en aquel atentando.

 

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