La palabra precisa
Miguel LomelinoMás allá de su amor obsesivo por la palabra precisa y el hecho de que viajaba cada año mil setecientos kilómetros sólo para sentir el Más allá de su amor obsesivo por la palabra precisa y el hecho de que viajaba cada año mil setecientos kilómetros sólo para sentir el perfume como beso de los durazneros en flor, el fiscal era un hombre normal, ajustado a la letra. Le preguntó al perito qué era la verdura y el tipo, desbordado, comenzó una larga perorata que promediaba con las virtudes curativas de la verdura y amenazaba con un final de arenga a toda orquesta. —Oiga —se atajó el fiscal—. Sólo tiene que decirnos si el tomate es una verdura a afectos de tipificar el robo. —Es una fruta —contestó el de la diarrea verbal—, pero para la Corte Suprema de los Estados Unidos es una verdura… —Basta: verdura o fruta —dijo en un grito sordo. —Mire usted, también los duraznos… —quiso abundar el perito. Entonces sintió la mirada del funcionario como un cuchillo final.