La apelación

M¡¦ de la Soledad Maestro Alvarez · San Sebastián 

El abogado apelaba al derecho de aquella niña, trasladada por orden judicial a mil kilómetros de la ciudad que le vio nacer, a comunicarse con sus seres queridos, cuando sobrevino la crisis en medio de su aparente aplomo. -«¿Saben Uds. Señorías para qué sirve esto?»,- preguntó el abogado esgrimiendo en alto la Declaración de derechos del niño -Yo les mostraré para qué sirve.» Acto seguido, sacó de su maletín servilleta, salero y pimentero; con maneras de gourmet, aderezó con esmero el código y ante la mirada atónita de los Magistrados de la Sala de Apelación, comenzó a comérselo mientras argumentaba: «Dado que no hay Juzgado que respete esta Declaración, dado que los derechos de los niños son continuamente pisoteados, y dada la hora, permítanme que me los coma. ¿Gustan?.»

 

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