Justicia bondadosa

Fernanda Larraínzar Costelo · Burgos 

La fiscal estaba a verduritas por culpa del colesterol y de una popa que requería doble asiento en cualquier circunstancia, y arrastraba un humor y hambre de perros. Como para apiadarse de aquel imberbe, menor de edad, que, valiéndose de un punzón, con letra titubeante, había rotulado en el capó de su flamante 4×4 recién estrenado: “PUTA FOCA GUARRA.” Acababa de confirmárselo el dictamen de un perito calígrafo, y en ese momento le habían entrado ganas de pedir la pena de muerte. Pero eso fue sólo durante unos pocos segundos; después, al recordar que había sido ella quien, dos años atrás, cuando el acusado tenía trece, había aconsejado al juez que lo condenara a que aprendiera a leer y escribir, no pudo reprimir una sonrisa y el deseo de correr a abrazarlo y darle un beso. El chaval se había iniciado en el buen camino. Poco a poco.

 

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