El exorcista

Amor Lago Menéndez · Valladolid 

Esta vez necesitó tres horas para que el espíritu de la Constitución no abandonara el maltrecho cuerpo del díscolo diputado. Concluido el ritual, guardó de forma ceremoniosa una edición facsímil de la Norma en su viejo maletín y dirigió sus pasos hacia la salida. Al cruzar el hemiciclo, se sorprendió cavilando sobre como pedía a gritos una mano de pintura, igual que el texto acabado de invocar … ¡Demonios! ¡Que le sucedía! Estaba cansado … Quien iba a decir, a estas alturas de su vida, jubilado tras una abúlica carrera como magistrado de provincias, que para purgar tantas sentencias injustas, le habían exigido emular al Padre Karras. Suspiró. Franqueada la Puerta de los Leones, la visión de la escalinata le escalofrió. Por prevención, y aunque la nieve no había cuajado, descendió lentamente … Muchas eran las almas que debía salvar antes que la suya hallara descanso.

 

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