Desengaño

Mireia Bonaventura Caparrós · Barcelona 

Mientras se entretenía observando el descenso de los blancos copos de nieve a través del ventanal de su despacho, pensaba con tristeza en su infancia. Nadie le dijo que aquello fuera fácil. Exhaló un suspiro cuando su mirada resbaló por el marco de la puerta y su descorchada pintura. Todo a su alrededor le parecía ese día viejo y decadente. Una voz le devolvió a la realidad “Sr. Magistrado, es la hora”. Enderezó los hombros y se dirigió con paso firme a la audiencia. Observó al compungido hombre que tenía ante sí y su corazón le dio un vuelco, “maldita mujer, pensó mentalmente”.. En nombre del Rey y de la Constitución acaba de enviar a su hermano a la cárcel. El ujier, por prevención, esperó a llevarse esposado al condenado a que su Señoría hubiera abandonado la sala.

 

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