Auténtica vocación

Manuel Molina Domínguez · Palma de Mallorca 

Desde pequeña fui ejemplar: obedecer siempre a mamá, comerme las verduras, un beso antes de dormir, estudiar con ahínco. Aprobé las oposiciones a Fiscal con el número uno de mi promoción. Pero un día me rebelé contra mi impecable existencia. Yo lo que de verdad quería era ser asesina profesional. Una actividad con aliciente y futuro, trabajando lo justo y siempre para clientes de seriedad contrastable. Llevaría una doble vida: durante el día, los Juzgados; y por la noche, dando buena cuenta de maridos ricos pero aburridos, acreedores excesivamente insistentes, docentes demasiado estrictos, o vecinos insoportablemente ruidosos. Todo iba de perlas hasta ese aciago día en que compré estricnina para el café de aquel Juez y, al no llevar suelto, ¡ah, fatalidad! pagué con tarjeta. El perito calígrafo examinaría mi firma y diría que había sido puesta de mi puño y letra. Le apreciaba, pero también tuve que matarle.

 

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