Aquel viejo abogado

Carlos Suárez-Mira Rodríguez · A Coruña 

Aquel viejo abogado nunca daba un caso por perdido. Utilizaba todas las armas que los Derechos sustantivo y procesal ponían en sus manos. Tampoco le importaban las reconvenciones que a menudo le hacían los magistrados por sus frecuentes excentricidades, como aquella vez que se empeñó en que el instructor ordenara arrancar un trozo de carretera manchada de pintura roja, para él claramente teñida de sangre. Su cantinela favorita “mi cliente está por encima de cualquier consideración” suponía que las diligencias promovidas a su instancia crecieran cual bola de nieve descendente, lo mismo que sus informes orales, expansivos como las ondas de su blanca cabellera. Con él toda prevención era poca, pues a la mínima duda de conculcación de los derechos de su patrocinado, anunciaba, enarbolando vehementemente la Constitución Española, toda suerte de recursos ordinarios y extraordinarios ante los más altos tribunales nacionales y europeos. ¡Qué grande era mi maestro!

 

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